El
Día de la Biblioteca se celebra cada 24 de octubre desde el año 1977.
Este día nació por iniciativa de la Asociación Española de Amigos del Libro
Infantil y Juvenil con el principal objetivo de concienciar a la sociedad de la
importancia de la lectura y como homenaje y reconocimiento a la labor de los
bibliotecarios/as
Otros
objetivos son:
1. Dar
a conocer a la población la existencia de las distintas bibliotecas públicas,
escolares y hospitalarias, e informar sobre los recursos existentes y sus diferentes
posibilidades de uso.
2.
Conseguir que los medios de comunicación divulguen la función que realizan las
bibliotecas y sus actividades.
3.
Fomentar actividades de lectura.
4.
Impulsar proyectos en las bibliotecas para que estas sean centros de aprendizaje
permanente, con la ayuda de lo existente y las nuevas tecnologías.
5.
Orientar y apoyar especialmente a los servicios bibliotecarios que trabajan con
niños, divulgando la variedad y calidad de los libros.
6.
Asesorar a padres en la difícil tarea de seleccionar libros infantiles y
juveniles de calidad.
Hasta
el 2003, la celebración se vino realizando en Madrid, y es a partir de 2004
cuando surge la idea de celebrar este día en diferentes Comunidades Autónomas,
dado que los socios de esta asociación están extendidos por toda la geografía
española. Este año la celebración tendrá lugar en Oviedo.
Cada año se encarga a un escritor y a un ilustrador, ambos de reconocido prestigio, la redacción del pregón y el diseño del cartel que se difunde entre todas las bibliotecas de España.
Cada año se encarga a un escritor y a un ilustrador, ambos de reconocido prestigio, la redacción del pregón y el diseño del cartel que se difunde entre todas las bibliotecas de España.
El
pregón de este año es obra del escritor Gonzalo Moure (Premio Cervantes Chico
2017), y el cartel ha sido realizado por el ilustrador Alfonso Zapico, Premio
Nacional de Cómic en 2012.
Pregón
EL DÍA DE LA LUZ
EL DÍA DE LA LUZ
Vengo del desierto del Sáhara, de inaugurar una
biblioteca. Está en Dajla, el más alejado, el más olvidado de los cinco
campamentos de refugiados saharauis. Es la cuarta biblioteca que construimos, y
es preciosa. En el centro hemos plantado árboles, para que los niños y los
jóvenes del Sáhara puedan experimentar el gozo de sentarse a su sombra a leer
un libro. No queremos que esa biblioteca sea ningún “templo de silencio”, sino
más bien un espacio para del sonido, para el ruido. Una biblioteca que ya es el
lugar más hermoso del campamento. Un espacio para desear ir a buscar lectura,
pero también amistad, sueños compartidos. Incluso amor. Un lugar en el que
enamorarse mirando unos ojos por encima de un libro. Porque al fin y al cabo, la
biblioteca es el lugar en el que se descubre al otro, de papel o de carne.
En una película inolvidable, la mejor película de
ciencia ficción de la historia, 2001, una odisea del espacio, aparece un
monolito cada vez que el hombre se dispone a dar un salto cualitativo. Kubrick,
su director, debería haber puesto un libro en su lugar. Porque han sido los
libros los que han marcado el ritmo de los cambios del ser humano. Porque el
libro es el laboratorio del hombre, el lugar en el que se experimenta con emociones,
descubrimientos, utopías, apuestas. Somos lo que somos porque hemos pensado y
escrito sobre cómo ser y sobre cómo no ser. Y seremos lo que pensemos, lo que
piensen y escriban las próximas generaciones.
Así que una biblioteca no es solo un lugar en el que
invitar a leer, sino también, o por eso, un lugar en el que invitar a escribir.
Las bibliotecas del siglo XXI son, pueden ser, tienen que ser el semillero de
nuevas novelas, nuevos monolitos, mojones de nuestro futuro. Si el siglo XX fue
sin duda el siglo de la lectura, el siglo XXI puede llegar a ser el siglo de la
escritura, ya lo está siendo.
Por todo eso construimos bibliotecas en los
campamentos del desierto. Porque no son solo para los saharauis. Las paga
nuestra sociedad civil, mediante socios adultos, y mediante actividades
solidarias en colegios, institutos y bibliotecas. Y los alumnos y lectores que
las sufragan se hacen conscientes de lo extraordinario que es tener una
biblioteca, aprenden a valorar la suya, a defenderla. Cada biblioteca del
desierto tiene detrás a miles de niños, jóvenes y adultos que la han hecho
posible con su pequeño esfuerzo. Sumando. Cada lector saharaui tiene a su lado
a miles de lectores, más conscientes de la importancia de una biblioteca,
porque con su trabajo se ha construido una, en un clima y un lugar tan
hostil.
Piensa en tu biblioteca. Hubo un día en el que esa
biblioteca no existía. Alguien la soñó, luchó por ella, la llenó de libros y
también de sueños. Hazte del equipo de ese alguien que la hizo posible, lucha
por un mundo en el que no haya un ser humano que no tenga cerca una biblioteca,
o un amoroso bibliobús. Que no haya un solo niño, joven o adulto, que no roce
la mano de una bibliotecaria que le aconseje, que le oriente en el laberinto.
Que es lo mismo que decir que no haya un solo ser humano conectado a lo que
fue, lo que es y lo que será.
En tu mano hay millones de manos, estrechando la tuya,
acompañándote en el camino. Tiernas o callosas, pequeñas o grandes. En el libro
que te espera en la mesilla de noche o junto al sofá, hay millones de libros.
Ingenuos o complejos, humildes o lujosos. Pero todo preciosos. Conectados todos
por un invisible hilo de plata que une mano con mano, estantería con
estantería, un hilo inacabable y luminoso. Inacabable, y así sea. Hoy es el Día
de la Biblioteca, que es lo mismo que decir El día de la Luz.
Feliz día,
feliz siglo.
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